martes, 17 de septiembre de 2013

Alocución radial del obispo de Ciego de Ávila, Mons. Mario Mestril Vega.


Esta alocución salió al aire por la emisora provincial Radio Surco de Ciego de Ávila el 6 de septiembre de 2013 /

No es necesario que vayas al Cobre y nos traigas una Virgencita de la Caridad, como dice la tradicional canción, pues a Ella la tenemos siempre en nuestro corazón, la sentimos cercana, formando parte de nuestras raíces cubanas y cristianas, y la amamos con todo nuestro corazón, porque es la Santa Madre de Dios.
Lo que sí es necesario es que ese amor se manifieste en nuestra vida con la práctica del bien, ya que la mejor manera de manifestarle a alguien que lo queremos es con nuestras obras. ¿Cómo le demostramos a la Virgen que la queremos? Haciendo lo que su Hijo nos manda.
En la Biblia, la fe del pueblo de Jesús es la llamada a un largo camino para adorar al Señor en el monte Sinaí y heredar la tierra prometida. Pero, por otro lado, la historia de Israel nos permite ver cómo el pueblo ha caído tantas veces en la tentación de la incredulidad, no soporta el no ver el rostro oculto de Dios. En lugar de tener fe en Dios se hace un ídolo, cuyo rostro se puede mirar, cuyo origen es desconocido, porque es obra de sus manos. Entonces el ídolo es un pretexto para ponerse a sí mismo en el centro de la realidad, adorando la obra de sus propias manos, esto es el materialismo. Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de tantos ídolos que le gritan: fíate de mí.
Y son muchos los ídolos que nos seducen y tratan de apartarnos de Dios: el dinero, el sexo, el alcohol, la droga, la avaricia, el poder, el dominio de la técnica. Y cuando nos vamos tras estos ídolos, se pierden los valores fundamentales del hombre, pues no hay  valores sin virtud y no hay virtud sin Dios. Esto es lo que el Padre Félix Varela magistralmente expresaba en su conocida frase: "No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad"
La fe es una invitación a apartarnos de estos ídolos y confiarnos en el amor misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona.
Hoy estamos constatando la enorme pérdida de valores que existe en nuestro pueblo y la única forma de ir conquistándolos de nuevo, es volvernos al Dios que nos invita a la vida, a la honestidad, a la honradez, al respeto a los demás.
En la modernidad se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad, pero esta igualdad sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir y muchas veces sucede aquello de "todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros".
Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida familiar y social se debiliten con ella, como advertía el poeta Eliot: "¿Tienen acaso necesidad de que se les diga que incluso aquellos modestos logros que
les permiten estar orgullosos de una sociedad educada difícilmente sobrevivirán a la fe que les da sentido?"
Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la
confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida.
La convivencia familiar y social tiene exigencias, y es por eso que deben existir normas y leyes que regulen el comportamiento humano. Esas normas y leyes que muchas veces son expresadas de forma prohibitiva, como "no hagas tal cosa",  son las que consolidan la  práctica del bien y de las virtudes como la fe se consolida con los mandamientos. Pero en ambos casos, su fundamento está en el amor de Dios. Esto lo expresa el libro del Deuteronomio (11, 1): Amarás al Señor, tu Dios; observarás siempre sus órdenes, sus mandatos, sus decretos y sus preceptos.
En este caminar nuestro sin ver, pero aspirando como el pueblo de Dios a alcanzar la patria definitiva, donde ya no habrá prohibiciones y leyes porque no existirá el desorden ni el mal; la Virgen María, la madre del Señor, es el modelo perfecto de la fe, como dice santa Isabel: Bienaventurada la que ha creído María es esa tierra buena de la parábola del sembrador (Lc. 8, 15) que dice Jesús son aquellos que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia. En la Virgen María se cumple la larga historia de fe que la Biblia recoge en el Antiguo Testamento, pues al llegar la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a ella, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres. Ella es, como dice una antífona en su honor: La  puerta que dio paso a nuestra Luz
No quisiera concluir sin felicitar a todos, hombre o mujer, que llevan el precioso nombre de Caridad. Felicidades. Y les invito a rezar conmigo esta hermosa oración en honor de la Virgen Santísima
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar,.
ven a salvar al pueblo que tropieza y quiere levantarse.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros, pecadores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario